Posible diálogo de la Señorita H consigo misma.
Srta. H: De chiquita siempre le tuve miedo a las tormentas. Había algo feroz en el rugido de los truenos, como si un dios salvaje se adueñara de la tierra que yo conocía. La gente corriendo como si cayera material radioactivo en vez de agua, las alcantarillas devorando ríos de agua y basura, el golpe incansable de las gotas suicidándose en la ventana de mi cuarto. Era algo más que lluvia, era el recordatorio de una fragilidad espeluznante. Ahí, ante nuestras narices, el poder de un puñado de dioses megalómanos, enloquecidos de aburrimiento en su inmortalidad, jugando con sus presas antes de devorarlas.
Srta. H: - a veces te comportas como una niña nocturna...
Srta. H: - por?
Srta. H: - se me vino esa imagen…no se. La inocencia de la niña unida por hilos invisibles a la boca de un lobo de la noche.
Srta. H: - te pregunté por qué es extraño.
Srta. H: - porque no recuerdo esa inocencia oscura…
Srta. H: - tal vez la niña te recuerde…
Srta. H: - no creo que se enorgullezca.
Srta. H: - tal vez la noche tenga algo que decirte…
Srta. H: - la noche, sí… se de lo oscuro.
Srta. H: - y aún así los hilos invisibles existen.
Srta. H: - la noche ha devorado a la niña.
Srta. H: - la niña soy yo.
Srta. H: - No, la niña aúlla su reflejo en tus ojos, nada más.