domingo, 28 de abril de 2013

"Jeanne Hébuterne", Modigliani



Posible diálogo de la Señorita H consigo misma.          

            Srta. H: De chiquita siempre le tuve miedo a las tormentas. Había algo feroz en el rugido de los truenos, como si un dios salvaje se adueñara de la tierra que yo conocía. La gente corriendo como si cayera material radioactivo en vez de agua, las alcantarillas devorando ríos de agua y basura, el golpe incansable de las gotas suicidándose en la ventana de mi cuarto. Era algo más que lluvia, era el recordatorio de una fragilidad espeluznante. Ahí, ante nuestras narices, el poder de un puñado de dioses megalómanos, enloquecidos de aburrimiento en su inmortalidad, jugando con sus presas antes de devorarlas.
            Srta. H: - a veces te comportas como una niña nocturna...
            Srta. H: - por?
            Srta. H: - se me vino esa imagen…no se. La inocencia de la niña unida por hilos invisibles a la boca de un lobo de la noche.
            Srta. H: - te pregunté por qué es extraño.
            Srta. H: - porque no recuerdo esa inocencia oscura…
            Srta. H: - tal vez la niña te recuerde…
            Srta. H: - no creo que se enorgullezca.
            Srta. H: - tal vez la noche tenga algo que decirte…
            Srta. H: - la noche, sí… se de lo oscuro.
            Srta. H: - y aún así los hilos invisibles existen.
            Srta. H: - la noche ha devorado a la niña.
            Srta. H: - la niña soy yo.
            Srta. H: - No, la niña aúlla su reflejo en tus ojos, nada más.

viernes, 26 de abril de 2013

"Nenufares", Monet


            

        Soñé otro mundo. Una realidad paralela que se diluyó cuando mis ojos se abrieron a este otro sueño; el que parece tener cierta consistencia, cierta continuidad. Aunque generalmente me encuentro olvidando-me, perdiendo peso y causalidad. Perdiendo-me en el estar siendo un personaje más en este o aquel sueño, soñado por mí o por otro; diluyendo-me en un pasaje de viento huracanado o en un compás sonoro...

      Soñé otro mundo, y algo de él traspasó la frontera. Quizás algo de mí se haya quedado allí también. Una parte de mí se desprendió, desapareció de este mundo y probablemente habite de ese otro lado. Tal vez pueda cruzar la orilla de nuevo y recuperarlo, traerlo de vuelta conmigo; aunque tal vez no quiera hacerlo. Al fin de cuentas la existencia no es más que un constante caer en el pasado muerto, un constante morir. La vida de los seres humanos está irremediablemente atada al tiempo y su laberinto de efectos y causas. 

Soñé otro mundo, ajeno a lo humano y sus laberintos, que me ha dejado un resabio de cuerdas e infinito. Logré traspasar la frontera entre los mundos y ahora sólo puedo retener la sensación en el pecho, de estar mirando un gran espejo universal. El sueño profundo de todos los tiempos, de todos los seres, de todos los mundos...

martes, 16 de abril de 2013

"Le rêve" Pablo Picasso


Arthur Schopenhauer consideraba que la vida es como un libro. Día a día las páginas se escriben cronológicamente, y el hombre enmcarcado inevitablemente en el mundo de la representación, no puede escapar de la lectura instantánea. Sin embargo, el soñar implica la libertad de leer el libro en cualquier página.
Me pregunto, en qué página del libro don Pablo se encontró con esta mujer soñante...
Hay algo apacible en su boca, en la forma que cierra sus ojos, en ese estar sentada en la aparente incomodidad, pero al mismo tiempo demasiado lejos de la realidad como para registrarla. Sutilmente salvaje y enajenada. Su mente completamente escindida del tiempo real, navegando quién sabe en qué párrafos, de qué páginas, de qué libro...y sin embargo allí, tan real y tan concreta. Tal vez sueñe que un artista la pinta dormida...y allí, encerrada en ese otro mundo, continúe soñando inevitablemente, sin poder despertar.

sábado, 13 de abril de 2013

"Noche Estrellada" Vincent Van Gogh



Tiembla la noche
de piel aterciopelada.
Su luz ruge en el silencio,
lamiendo las heridas.

Todo duerme.

El viento de estrellas invade
mi sangre.
El cielo late en mí.

Respiro.

jueves, 11 de abril de 2013

Geometría heroica


En un tiempo inefable,

de puro espacio abstracto...

Se ven pasar...

Cuadrado. Octaedro. Y cuadrado 
 otra vez.

Silencio...

                             Rombo, rectángulo, romboide...
                                                                                                                

Como nubes...

Trapezoide, triángulo, dode-
caedro.

Azules, fuego, amarillos...

                                                                                  Cuadrado, cuadrado,
                                                                                                       rombo.
                                                                                                       

Pujando en la oscuridad...

Octaedro, rectángulo, oc-
taedro.


Y de pronto...

de lo profundo de la sustancia aritmética,
emerge, heroico...

el Círculo.

fractal onírico

Y un día sale el sol.
La rueda de la muerte y la vida, girando en la profundidad azul del universo, manifiesta su incesante movimiento inmóvil. Todo sucediendo en un mismo instante, vibrando al unísono creando la ilusión de categorías espacio-temporales, de causas y efectos.
Y sin embargo, aunque inalcanzable, aparece la noción de la posibilidad.
 La existencia simultánea de todas la edades, de todos los tiempos, de todos los planetas, de todos los seres, de la luz y el sonido, de todas y cada una de las manifestaciones de la vida; todo latiendo, estando siendo, expandiéndose y replegándose, inspirando y exhalando, como la respiración pausada y profunda de un niño que duerme y sueña universos.

Now shut up, you distasteful adbekunkus!

Quizá los moluscos no sean neuróticos, pero de ahí para arriba no hay más que mirar bien; por mi parte he visto gallinas neuróticas, gusanos neuróticos, perros incalculablemente neuróticos; hay árboles y flores que la psiquiatría del futuro tratará psicosomáticamente porque ya hoy sus formas y colores nos resultan francamente morbosos. A nadie le extrañará entonces mi indiferencia cuando a la hora de tomar una ducha me escuché mentalmente decir con visible placer vindicativo: Now shut up, you distasteful Adbekunkus.
Mientras me jabonaba, la admonición se repitió rítmicamente y sin el menor análisis consciente de mi parte, casi como formando parte de la espuma del baño. Sólo al final, entre el agua colonia y la ropa interior, me interesé en mí mismo y de ahí en Adbekunkus, a quien había ordenado callar con tanta insistencia a lo largo de media hora. Me quedó una buena noche de insomnio para interrogarme sobre esa leve manifestación neurótica, ese brote inofensivo pero insistente que continuaba como una resistencia al sueño; empecé a preguntarme dónde podía estar hablando y hablando ese Adbekunkus para que algo en mí que lo escuchaba le exigiese perentoriamente y en inglés que se callara.
Deseché la hipótesis fantástica, demasiado fácil: no había nada ni nadie llamado Adbekunkus, dotado de facilidad elocutiva y fastidiosa. Que se trataba de un nombre propio no lo dudé en ningún momento; hay veces en que uno hasta ve la mayúscula de ciertos sonidos compuestos. Me sé bastante dotado para la invención de palabras que parecen desprovistas de sentido o que lo están hasta que yo lo infundo a mi manera, pero no creo haber suscitado jamás un nombre tan desagradable, tan grotesco y tan rechazable como el de Adbekunkus. Nombre de demonio inferior, de triste adlátere, uno de los tantos que invocan los grimorios; nombre desagradable como su dueño: distasteful Adbekunkus. Pero quedarse en el mero sentimiento no llegaba a ninguna parte; tampoco, es verdad, el análisis analógico, los ecos mnemónicos, todos los recursos asociativos. Terminé por aceptar que Adbekunkus no se vinculaba con ningún elemento consciente; lo neurótico parecía precisamente estar en que la frase exigía silencio a algo, a alguien que era un perfecto vacío. Cuántas veces un nombre asomado desde una distracción cualquiera termina por suscitar una imagen animal o humana; esta vez no, era necesario que Adbekunkus se callara, pero no se callaría jamás porque jamás había hablado o gritado. ¿Cómo luchar contra esa concreción de vacío? Me dormí un poco como él, hueco y ausente.


Julio Cortázar